sábado, 16 de febrero de 2008

Algunas cuestiones relativas a la ciencia y al conocimiento científico

Autor: C. Martínez Priego
Índice

1. Introducción. Justificación de la presente exposición.
2. Noción de ciencia.
3. El objeto de la ciencia.
4. Rasgos y ámbito de la ciencia particular y de la filosofía.
5. El orden general de las ciencias.

1. Introducción. Justificación de la presente exposición. [i]

Incluimos esta breve introducción a la filosofía de la ciencia con el fin de explicitar algo más en qué dimensión y lugar científico se encuentra la antropología filosófica; tanto en sí misma como respecto a otras ciencias particulares que conforman el curriculum de la licenciatura de psicopedagogía.

En efecto, se trata de una reflexión necesaria para dar coherencia al argumento según el cual el estudio del hombre desde otra perspectiva –la filosófica- es suficientemente distinta, es científica –en el sentido de susceptible de alcanzar conocimientos verdaderos- y tiene relación con el resto de las materias. Sin duda, un desarrollo más detallado de la relación con el resto de los estudios sobre el hombre será objeto de estudio en otro lugar, pero se hacía necesario iniciar el discurso con esta aclaración terminológica y conceptual.

Antes de abordar en directo la cuestión de la ciencia, citaremos la definición de antropología filosófica que ofrecen Choza y Vicente Arregui; si bien aborda sólo algunos de los elementos que han de ser considerados en la antropología filosófica, supone una aproximación suficiente en este momento.

“La antropología filosófica es, por tanto, el saber que tiene por objeto al hombre y que, a tenor del grado actual de desarrollo de las diversas disciplinas antropológicas, se constituye como una síntesis en el plano filosófico de los conocimientos aportados por las ciencias biológicas, humanas y sociales, lo que en último término significa una comprensión metafísica de cuanto las ciencias positivas han aportado al conocimiento del ser humano”[ii].
“La filosofía del hombre aspira a forjar una imagen del hombre capaz de integrar los resultados obtenidos en las distintas ciencias humanas y orientar el proceso humano de autorrealización”[iii].

2. Noción de ciencia.

Toda definición de ciencia procede de la consideración refleja del pensamiento humano, cuando éste procede siguiendo un orden científico. En efecto, la ciencia discurre intentando buscar soluciones a los problemas dando explicación de la realidad, y todo ello, a diferencia del conocimiento ordinario, con intencional sistematicidad y rigor[iv]. La reflexión sobre este modo de proceder es el objeto propio de la filosofía de la ciencia; podemos hablar también de un estudio lógico de la ciencia.

La ciencia es un conocimiento ordenado y mediato de los entes y sus propiedades, por medio de causas.

En esta definición conviene destacar: por un lado que no se trata de un conocimiento, sin más, de las cosas, sino de conocerlas en sus propiedades por medio de causas o principios. Por otro lado, ese conocimiento es diverso al espontáneo, es decir, tiene un claro carácter metódico. Podemos hablar, por tanto, de que la ciencia es un cuerpo orgánico de conocimientos. Cuando aludimos a principios y causas[v] nos referimos, prioritariamente, a las cuatro causas, es decir, las causas material, formal, eficiente y final.

Aristóteles, por su parte, definió la ciencia como conocimiento cierto por causas[vi] (). Conviene destacar en esta otra formulación: que la certeza procede de la naturaleza del objeto de estudio y de el modo de conocimiento, la perspectiva y método concreto utilizado. En todo caso, el carácter mediato y sistemático tiene por objeto conducir a la verdad y aportar el fundamento necesario que permita hablar de certeza[vii].

En este contexto podemos hablar de un fin especulativo –ligado a la tendencia natural a saber- y otro práctico –referido a las necesidades de la vida, tanto técnica como moral- de la ciencia. En efecto, el acierto –el deseo de acierto o verdad- reclama, de ordinario, mayor certeza que la que aporta el conocimiento ordinario. El mismo desarrollo de la cultura –en su dimensión técnica- exige dicha profundización en la verdad y certidumbre.

3. El objeto de la ciencia.

Las diversas ciencias se definen acudiendo a su objeto de estudio. Sin embargo, el objeto de una ciencia ha de ser considerado en un doble sentido que conviene distinguir adecuadamente.

Objeto material: es el tipo de realidad considerada genéricamente por una ciencia. Así, la biología estudia lo vivo, o la historia los acontecimientos acaecidos en el pasado. Pero cabe observar que diversas ciencias pueden tener el mismo objeto material. En efecto, la anatomía y la fisiología coinciden en su objeto general de estudio.
Objeto formal: es el aspecto de la realidad específicamente considerado por una ciencia. También puede hablarse del punto de vista específico que se adopta. La filosofía puede estudiar al hombre “en cuanto” “ser” mientras que la medicina lo estudia “en cuanto” sujeto saludable o carente de salud.
El objeto formal es el que obliga a seguir unos métodos u otros de estudio para alcanzar la dimensión específica que pretende conocerse.
Por tanto, no es el método el que determina si algo es o no científico, sino la adecuación del método al objeto formal que se desea estudiar.
Se deriva del conocimiento general de los diversas ciencias, que la distinción entre los diversos objetos formales no es algo rígido.

4. Rasgos y ámbito de la ciencia particular y de la filosofía.

En el conjunto general de la ciencia, cabe hablar de dos grandes grupos: la filosofía y las ciencias particulares (llamadas en ocasiones simplemente ciencias o ciencias positivas, si bien esta última denominación requiere explicación)

Pues bien, podemos definir la ciencia particular como:
aquella ciencia que tiene como rasgo específico que estudia un tipo específico de entes, en sus principios próximos.

Con frecuencia se entiende que una ciencia particular es ciencia en virtud de su método de estudio; sin embargo, lo determinante de toda ciencia particular es la “particularidad” del objeto material y del formal. En este último punto, en concreto, por su referencia a causas próximas, no últimas. Esta perspectiva es la propia de la filosofía y es presupuesta por las ciencias.

En efecto, todas las ciencias particulares presuponen y comprender ciertas nociones fundamentales, pero no las estudia directamente. Hacerlo implica, para esa ciencia particular, pasar al plano filosófico.

Es propio del físico operar con nociones como “tiempo” o “espacio”, sin embargo, la pregunta por “qué son” no corresponde tanto a la física cuanto a la filosofía de la naturaleza. Es por todos admitido que los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica de Newton pertenecen tanto a la filosofía como a la física y, en último término, supone el establecimiento de las nociones filosóficas que subyacen a su interpretación general de los hechos físicos que intenta explicar. Entre una perspectiva y otra de la obra de Newton hay cierta dependencia y cierta independencia; de suerte que puede ser estudiado, refutado, completado etc. de modo diverso y no con los mismos resultados una y otra de las perspectivas aludidas[viii].

Habitualmente, las nociones primeras de las ciencias particulares o toman del conocimiento ordinario o se asumen axiomáticamente. Pero, cuando se quieren fundamentar radicalmente, se requiere un método filosófico[ix].

En cuanto a la filosofía,

Es la ciencia cuyo rasgo específico radica en la consideración de todas las causas y principios más universales de la realidad.

En efecto, su objeto material es el ente en general, si bien se habla con propiedad de una cierta diversificación de objetos materiales –el hombre, la naturaleza, la historia, la ciencia, el conocimiento, etc. -, lo determinante, también en la filosofía, es la perspectiva desde la que se estudia.

Paradójicamente, respecto al modo habitualmente de entender la ciencia, hay que afirmar que, mientras las ciencias particulares son más abstractas –separan o dejan de considerar más elementos sustanciales de la realidad para centrarse sólo en una dimensión-, la filosofía es total y totalizante.

5. El orden general de las ciencias.

Conviene ahora aproximarnos a algunas clasificaciones posibles de la ciencia.

En un primer momento, atendiendo al desarrollo de la ciencia en occidente, se pueden distinguir las ciencias humanas (aquellas que reciben los datos primeros del conocimiento humano); y la ciencia teológica (que toma de la revelación los elementos sobre los que realizar el discurso científico)[x].

Atendiendo a la finalidad, pueden ser especulativas o prácticas. Las primeras –también llamadas teoréticas- se proponen conocer la naturaleza de su objeto específico (v.gr. física). Las prácticas consideran lo que se ha de obrar. Poseen una dimensión normativa (v.gr. medicina, ingeniería). Obviamente, las ciencias prácticas se subordinan a la ciencia teórica correspondiente.

Las ciencias especulativas, por su parte, se ramifican en la filosofía y una multiplicidad de ciencias particulares, que, a su vez, se dividen atendiendo a objetos materiales y formales diversos (lo vivo, biología; la cantidad, matemática; el hombre, ciencias humanas, etc.)

Atendiendo al método encontramos la ciencias deductivas (v.gr. matemática) –con métodos preferentemente demostrativos- y las experimentales (v.gr. ciencias naturales).

Lo relevante, en todo caso, vistas las diversas clasificaciones, es esclarecer si existe alguna relación y de qué tipo, entre las ciencias, con sus objetos, finalidades y métodos propios. Si acudimos a la terminología filosófica, hemos de hablar de unidad de orden[xi]: es decir, aquella que, estando formada por unidades realmente diversas, constituye un todo distinto a las partes, en razón de las relaciones. De este modo hemos de afirmar que hay cierta dependencia y cierta independencia de unas respectos a otras.

La subalternacia entre unas y otras puede ser material o formal. Es material cuando una ciencia recibe principios de otra inferior. En este caso es interesante no caer en reduccionismos que llevan a concluir que, por ejemplo, la medicina no es sino física y química. La subalternancia formal, por su parte, se da cuando una ciencia inferior recibe conocimientos de otra más alta que le da a conocer su propio objeto. Esto hace que las ciencias inferiores estén ordenadas –extrínsecamente- a la de rango superior; puesto que el conocimiento parcial se orienta, lógicamente, al total. Así,
Las ciencias particulares se fundamentan formalmente en la filosofía, ya que sus últimos principios no pueden ser examinados más que por un método filosófico. En efecto, la ciencia positiva no puede demostrar, positivamente con sus propios métodos, la validez o pertinencia de su objeto y metodología. Son, para ella, presupuestos[xii].
Las ciencias prácticas, por su parte, se subordinan formalmente a la ética; pues cualquier objetivo práctico del hombre –ya sea la medicina, política educación o economía- se dirige al bien del hombre, esto es, es regido por criterios éticos[xiii].

Las filosofía y las ciencias particulares son relativamente autónomas por cuanto poseen objetos materiales no coincidentes, pero, especialmente, por el objeto formal y la metodología que de esto se sigue. Sin embargo, la filosofía acude materialmente a datos aportados por las ciencias particulares –sin necesidad de abordar con la misma particularidad las cuestiones-; y la ciencias particulares necesitan, formalmente, la aportación filosófica capaz de esclarecer la naturaleza de su objeto. Si bien esto, con frecuencia, son presupuestos tomados del sentido común o del sustrato cultural, no es infrecuente la necesidad de esclarecer con precisión científica esos puntos.


NOTAS

[i] Lo aquí expuesto está tomado, casi en su totalidad de Sanguineti, J.J, Lógica. Eunsa, Pamplona. 1994 (4ª edición). En este libro se dedica la cuarta parte a “El conocimiento científico” (pp. 167-233). Por ese motivo no citaremos en cada apartado la procedencia del texto. Por otro lado, pretendemos hacer una exposición que incluya aquellos contenidos básicos y que forman parte del acervo común en esta cuestión, no de cuestiones discutidas o pertenecientes al debate entre las diversas corrientes de filosofía de la ciencia. Las cuestiones particulares sobre la ciencia en general y sus implicaciones en el estudio del hombre, pueden verse, también, en Polo, L., Quién es el hombre. Rialp. Madrid. Capítulos 1 y 2.
[ii] Choza, J; Vicente Arregui, J. Filosofía del hombre. Una antropología de la intimidad. Rialp, Madrid. 1995, p. 21
[iii] Idem. p. 25.
[iv] Cfr. Artigas, M., Filosofía de la Ciencia. Eunsa. Pamplona, 1999, pp. 119-121.
[v] Aristóteles define causa como principio con dependencia en el ser; es decir, un elemento antecedente que incide o es condición del ser del efecto. En ese sentido, la causa es un tipo de principio.
[vi] Aristóteles, Analíticos Posteriores I 2, 71b 9.
[vii] Cuando Aristóteles habla de la verdad que debe alcanzar el conocimiento científico señala dos exigencias: la necesidad –frente a lo azaroso o variable sin razón conocida, es decir, ligado a una propiedad del ente-, y la universalidad –es decir, que ha de ser predicada, dicha verdad, de más de un individuo de una especie;; es decir, ha de pertenecer, de un modo y otro, a la naturaleza de las cosas-.
[viii] Cfr. Čapec, M., El impacto filosófico de la física contemporánea, Tecnos. Madrid. 1973.
[ix] En efecto, , puesto que no puede operarse con aquello que quiere ser esclarecido usando el método con el que se hace necesario sea esclarecido.
[x] Obviamente esta clasificación general, común en desde que la universidad existe, sólo en posible cuando se reconoce a Dios y el contenido de la fe como algo razonable, en modo alguno contrario a la razón
[xi] Las operaciones de división de conceptos son diversas atendiendo a los distintos tipos de “todos” o unidades. Así, el todo virtual integral se divide en partes esenciales –es una división que en la que las partes son realmente distinguibles, pero físicamente no separables. Es el caso de la expresión “el hombre tiene cuerpo y alma”. El todo potencial o virtual se divide en sus partes potenciales, es decir, con cierta operatividad que puede ser atribuida, hasta cierto punto, a dichas partes. Así es la relación que existe entre el alma y sus facultades. Por último, el todo de orden, tal y como hemos señalado, supone la composición de individuos realmente diversos, subsistentes, que constituyen una realidad diversa en virtud de la relación. Es el caso de un ejército o una familia.
[xii] A este respecto es sumamente clarificadora la en torno a la los criterios de claridad, pertinencia y economía de la ciencia positiva de Leonardo Polo en Quién es el hombre, (Rialp. Madrid. 2004) cap. 2; y, tomando el sentido filosófico del Teorema de Gödel, la incompletitud de la ciencia.
[xiii] El debate entre ciencia y ética parece en ocasiones reincidente. No parece, sin embargo, que pueda abandonarse. M. Artigas lo describe de modo lúcido en los siguientes términos: “Se ha dicho que la ciencia experimental moderna perdió su inocencia cuando, en agoto de 1945, se lanzaron las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Hasta entonces era posible sostener, con la mayoría de los científicos, que la ciencia experimental es éticamente neutral: se imita a registrar hechos y leyes objetivos, tal como existen en la realidad, de modo que la posterior utilización de ese conocimiento con fines prácticos debería juzgarse de acuerdo con los criterios éticos correspondientes. Esta valoración de la ciencia supone que se acepta la distinción entre ciencia «pura» y «aplicada». (...) Pero esta distinción, aparentemente clara, empezó a aparecer como demasiado teórica cuando comenzó la era nuclear, y este punto de vista ha adquirido proporciones cada vez mayores con el posterior progreso científico y tecnológico”. Filosofía de la Naturaleza, Eunsa. Pamplona. 1999.