martes, 19 de febrero de 2008

Sobre el escepticismo

Polo Maragoto, V., Manual de fundamentos de filosofía. Zaragoza. Capítulo XIV, pp. 285-302.
(Libro agotado)

El ataque más neto y radical (por lo menos, antes de algunos subjeti¬vismos modernos) a la capacidad del hombre para conquistar la verdad lo constituye el escepticismo.
En líneas generales, escepticismo es la actitud que concluye que nada se puede afirmar con certeza, por lo tanto se duda de todo y, al negar la posibilidad del conocimiento humano se deriva a la abstención del juicio. Lo que equivale a un no comprometerse con la verdad y con el bien porque no se cree en ello.

Tiene, como se pone de manifiesto en la definición, un aspecto epistemológico y otro ético.

Formas del escepticismo

El escepticismo puede revestir formas muy variadas:
* Existe un escepticismo universal, que se dirige contra la cognosci¬bilidad de la verdad de todo juicio en general. Este escepticismo absoluto afirma que la verdad de un juicio es totalmente incognoscible, es decir, en todo tiempo y para cualquiera.
* Y un escepticismo parcial que cuestiona solamente la legitimidad de determinados juicios. Este escepticismo relativo en cambio, se refiere solamente al estado actual del escéptico. Este tipo de escepticismo es el que está más difundido.

Desde otro punto de vista:
* Teórico: el escepticismo es la teoría gnoseológica que cuestiona la certeza de nuestro conocimiento. Es el aspecto epistemológico.
* Práctico: el escepticismo pretende salvar al hombre de la agitación de las opiniones cambiantes (sobre todo de tipo moral), por medio de la búsqueda de una serenidad interior ajena a toda postura "dogmática". Es el aspecto ético.

Algunos tipos clásicos de escepticismo:
A pesar de que todos los argumentos escépticos están afectados de una fuerte paradoja interna, el escepticismo se sigue discutiendo seria¬mente en nuestros días. Pero ya en la antigüedad se presentó en formas variadas, sobre las que han vuelto los escépticos posteriores. Podemos distinguir las siguientes variantes en el escepticismo, ya desde muy anti¬guo:

1.- Pirronismo. De Pirrón de Elis (360-270 a.C). Forma extrema de escep¬ticismo, que propugnó vivir una completa abstención del juicio, para conse¬guir la ataraxia o perfecta indiferencia ante todo. El sesgo ético del escepti¬cismo está claro aquí. El ideal del sabio consiste en entrar en sí mismo, para permanecer en su silencio imperturbable y feliz. Aristóteles advirtió irónicamente que eso equivalía a vivir como una planta.
Tiene una enorme actualidad. Señalemos algunos ejemplos:
* La actitud de "No comprometerse con nada" que suponga esfuerzo y considerar que "el compromiso es una palabra antigua". Reina, como resultado, en el ambiente un acratismo dulce y perfumado. La rebeldía es incómoda y se cae en el conformismo.
El pasotismo (en el fondo no es más que una manifestación de escepticismo): "un estar de vuelta sin haber ¡do a ninguna parte". Tras el naufragio de las ideologías clásicas, se prefiere quedar en la playa del pasotismo, a disfrutar de la suave brisa de un escepticis¬mo decadente. El slogan "no me comas el coco": es la respuesta a cualquier embarque mental que reclame adhesión de la inteligencia. Hay que preservarse del duro encuentro con la vida. "Déjame en mi mundo" irreal. Quiero vivir tranquilo. "Vive tu vida". "No renun¬cies a nada". "¡Que me dejen en paz!"... con mi chalet, mi hijo único, mi pajarito, mi infiel esposa y mis fieles amantes.

2.- El ProbabHismo. De Arcesilao y Cameades, miembros de la Academia Nueva. Se oponen al absolutismo de los pirrónicos, al admitir que cabe salir de la duda pronunciándose en favor de una opinión que se admite sólo como probable. No cabe poseer la verdad, sino únicamente vislum¬brar lo plausible o verosímil: basta con ello para salir del estado "vegetal" de los pirrónicos y andar por el mundo con un mínimo de soltura.
También es tan viejo como actual:
* "Hacer lo que dice la mayoría" o el dejarse llevar por la moda o por el consumismo,
como criterio único de conducta. La generalizada idea de que el Estado debe resolverlo
todo. El considerar la prensa y medios de comunicación de masas como único elemento
cultural.

3.- El fenomenismo. De Enesidemo de Cnosos. Sólo conocemos las cosas tal como aparecen, como meras apariencias, pero no podemos saber lo que de verdad son. Los fenomenistas antiguos se limitan a cons¬tatar las diversas apariencias, pero sin afirmar ni negar que les correspon¬da algo real.
También de actualidad:
* Considerar lo válido sólo como lo útil, o lo placentero. Consumir es ser feliz. Ir a la
última moda. "Soy lo que tengo". Lo importante es aparentar (aunque no se diga explícita¬
mente se actúa así). Reducir el amor a sexo. El sexo a placer, se vacía de cualquier compromiso. Divertirse es beber y comer. El hombre se reduce a "vientre". Se vive con una risa
ajena a la alegría. Cualquier cosa es cultura: incluido lo feo y chabacano. Si todo es cultura
no hace falta estudiar y profundizar en nada. Debo hacer lo que me apetece. No interesa
entender para no tener que obrar rectamente, la única defensa que les queda es el ataque:
el calderoniano "nada me parece justo en siendo contra mi gusto".
Nuestro enfoque de los problemas es tan pragmático que no nos permite resolver¬los. La obsesión por alcanzar rendimientos a corto plazo obtura la salida del atolladero. Como dice Shumacher: "lo que más necesitamos hoy es la virtud de la templanza. Pero casi nadie puede ya entenderlo".

4.- El empirismo: es una consecuencia lógica del fenomenismo. Admitidos los fenómenos en su aspecto fáctico, cabe buscar las leyes por las que se relacionan entre sí, pero siempre sin superar lo dado en la experiencia. Ya en Sexto Empírico se encuentra un argumento en contra de la noción de causa, que, por ser una relación, sólo podría existir subjetivamente.
Actualidad: Culto al cientifismo. Depreciación por lo humanístico. Sólo acepto lo rigurosamente demostrable. Pero resulta que hay muy pocas cosas demostrables hasta el final. El racionalismo deriva siempre en escepticismo.
Los argumentos de los escépticos

"Los escépticos no están faltos de argumentos; tienen, por el contra¬rio, un gran número de ellos que desarrollan con ingenio y una sutileza sin igual" (VERNEAUX).

Son argumentos que formularon y discutieron ya los pensadores griegos y que de diversas formas han repetido todos los escépticos que en la historia han sido. Se podrían esquematizar así:

1.- La diversidad de opiniones humanas y las contradicciones de los filósofos:

Es un argumento que sigue siendo ocasión de "escándalo" para muchos. Sobre cualquier cuestión, los distintos hombres defienden las opi¬niones más diversas, y cada uno cree tener razón.
¿Quién posee la verdad?:
- No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo caso, nuestro juicio no será más que una opinión junto a las otras.
- Y si de la vida cotidiana pasamos a las tesis de los filósofos, el panorama es aun más confuso. Porque parece que no hay doctrina, por extraña que sea, que no haya sido defendida por algún filósofo y, enton¬ ces, ninguna puede tenerse por verdadera con certeza. Se confunde la opinión con la certeza.

2.- El error y la ilusión:Es un hecho que nos equivocamos con frecuencia, con demasiada frecuencia:
- Los sentidos nos engañan, haciendo pasar las apariencias por rea¬ lidades. La ilusión de espejismos y fuegos fatuos nos acecha por doquier.
- Y también la inteligencia yerra al juzgar y razonar.
- Mientras dormimos, consideramos los sueños como sucesos que realmente nos pasan: ¿cómo sabemos, entonces, que no soñamos siem¬ pre?. Muchos hombres (en mayor y menor grado) padecen de manías y obsesiones, que les llevan a dar vida a los fantasmas de su mente.
¿Dónde se encuentran las fronteras entre la ilusión y la verdad, el sueño y la vigilia, la demencia y la cordura?. No podemos saberlo, porque quizá también nosotros erramos, es sueño nuestra vida o locura nuestro empeño. Es la "sospecha" sistemática. Es, lo que algunos llaman, "filosofía de la sospecha", que aboca en el nihilismo y en el aburrimiento.
Respondamos con Gilson al famoso tema de que los sentidos yerran:
«no hay que dejarse impresionar por los famosos 'errores de los sentidos' ni asombrarse del enorme consumo que de ellos hacen los idealistas (escépticos). Estos son gente para los que lo normal no puede ser más que un caso particular de lo patológico (...) Por consiguiente, hay que considerar como errores del mismo orden los argumentos que los idealistas toman prestados de los escépticos sobre los sueños, las ilusiones de los sentidos y la locura. Hay efectivamente, errores visuales; pero esto prueba, ante todo, que no todas nuestras percepciones visuales son ilusiones. Cuando uno sueña, no se siente diferente de cuando vela, pero cuan¬do vela se sabe totalmente diferente de cuando sueña; sabe, incluso, que no se puede tener eso que llamamos alucinaciones sin haber tenido sensaciones, como sabe que jamás soñaría nada sin haber estado antes despierto (...) El motivo de que estas ilusiones sean tan inquietantes para el idealista es que no sabe como probar que son ilusiones; pero no tienen por qué inquietar al realista, para quién sólo ellas son verdaderamente ilusiones.»

3.- La relatividad del conocimiento:

Los conocidos versos lo expresan con ingenio y malicia:
"nada es verdad ni mentira pues depende del color del cristal con que se mira"
Toda cosa es conocida y valorada por un sujeto determinado, lleno de prejuicios y compromisos, hasta el punto de que confunde sus deseos con la realidad: conocimiento e interés se vuelven lo mismo.

Además siempre se conoce desde una situación concreta y limitada. Lo que es verdad hoy puede no serlo mañana. Algo que no es cierto para mí, lo es para tí. Tal parece que todo objeto de conocimiento queda teñido por el tono de la subjetividad de cada cognoscente. No hay conocimientos utópicos ni intemporales: son hijos de una cultura y de una época histórica, en función de las cuales hay que interpretarlos.
Además, las cosas mismas no existen aisladas, sino insertas en un complejo tejido de relaciones mutuas, que sería preciso (aunque imposi¬ble) conocer, para dar cabal cuenta de los objetos.

Quizás este argumento es el más profundo. Su difusión popular es grande (el consabido "todo es relativo"), pero ya estaba formulado por los primeros escépticos y sofistas. El relativismo es un antropocentrismo, que queda expresado en la famosa sentencia de Protágoras: "el hombre es la medida de todas las cosas".
El relativismo lo convierte todo en una rapsodia de opiniones que
coinciden en tener la misma categoría ética, porque precisamente ninguna tienen.

4.- El círculo vicioso:

No se debe admitir como cierto nada que no haya sido demostrado. Pero toda demostración se ha de fundar en la verdad de los principios de que parte. Y, a su vez, esos principios se tienen que demostrar con base en otras premisas.
Al cabo, todo se demuestra por todo; lo que equivale a decir que nada se demuestra por nada, ya que no hay criterio firme en el que apo¬yarse. Si se intenta hacer demostraciones, se incurre en un "dialelo" o "circulus viciosus in probandi". Se podría también ir pasando de principio a principio, en una sucesión no circular, sino lineal; pero entonces tampoco se demostraría nada, porque se prolongaría indefinidamente la siempre insatisfecha búsqueda de un terreno seguro sobre el que construir el edifi¬cio de la ciencia.

"La actitud demostrativa a ultranza, por sutil que pueda parecer es una necedad" (Aristóteles):

El escepticismo nos descubre así su verdadero rostro. Especialmente en sus versiones modernas, no es (como pudiera parecer) una actitud de modestia intelectual, sino más bien una con-
secuencia de la pretensión de dominar el saber desde su raíz, de construir por nosotros mismos todo un universo de certezas. Tal es el ideal ilustrado de la ciencia como proceso de emancipación del hombre. No se acepta ninguna dependencia: todo conocimiento (poco o mucho) ha de ser perfectamente poseído por el hombre. Y, al cabo, mejor es no tener ninguno que aceptar que la realidad nos lo imponga.
El escepticismo es la otra cara del racionalismo; y, en su raiz se encuentra la aceptación acrítica de una autoexaltación sin funda¬mento. El racionalismo "degenera" siempre en escepticismo.

Argumentos contra los escépticos

Como se puede apreciar, los argumentos tienen una aparente fuerza de convicción. Sin embargo, analizándolos pronto se manifiesta su interna inconsistencia.
La actitud escéptica, aparte de sus supuestas motivaciones éticas, se apoya en la ignorancia o en la obstinación.

Como señala Tomás de Aquino, algunos aceptan estas razones sofísticas porque no saben como contradecirlas, por falta de conocimien¬tos; al no poder solucionar las dificultades de los escépticos, aceptan sus conclusiones; tal ignorancia se supera con relativa facilidad. Pero otros adoptan estas posiciones no por ignorancia, sino por empecinamiento, al amparo de que no hay razón para admitir los principios, ya que son inde¬mostrables.

El escepticismo carece de sentido y no puede ser sostenido con un mínimo de rigor intelectual. La existencia de la verdad y de objetos que son verdaderos es evidente por sí mismo.

Además de los señalados enunciemos algunos otros argumentos:
* La afirmación "no existe la verdad" lleva consigo una contradicción: si digo que no hay verdad estoy afirmando ya la existencia de una verdad. Esta teoría queda refutada tan pronto como queda formulada.
* No puedo dudar de la existencia de mi propio yo. Pues indepen¬dientemente de que sueñe o que esté despierto, yo pienso y si pienso existo.
* Existen las verdades matemáticas y de otras ciencias que tienen en sí mismas un carácter universal y necesario. Son en sí mismas verdaderas con independencia de las circunstancias espacio-temporales del hombre
que las píense.
* Existe un gran número de verdades conocidas por la experiencia. Los sentidos externos conocen inmediatamente su objeto como algo tran- subjetivo.
* La existencia de los primeros principios o proposiciones evidentes por sí mismas; como el principio de no-contradicción (es imposible que lo mismo sea y no sea simultáneamente). Si esto no fuera así nos daría lo mismo una cosa que otra.
* En fin, no todo es relativo, tampoco en moral, por lo que sabemos de la historia humana, hay valores que siempre han sido valorados positi¬vamente: el amor, la entrega, la amistad, la verdad. Esos y otros valores de ese tipo no son inventados por el hombre, no son "fabricados", sino reconocidos. El hombre no los crea, los descubre. Puede rechazarlos, ahí está la libertad, pero, al hacerlo, sabe que obra mal. Existen valores objetivos. Los derechos humanos son exigibles para todos.

9.- REALISMO E IDEALISMO

* Se designa con el nombre de idealismo aquella doctrina según la cual no conocemos nunca seres independientes del conocimiento. El pen¬sar es el fundamento del ser. El enfoque idealista problematiza la capaci¬dad humana para alcanzar la realidad tal como es en sí misma.

La postura idealista tiende a rechazar la trascendencia y se atiene a la inmanencia.
Trascender equivale a "sobresalir", "sobrepasar" dentro de un ámbito determinado, inmanencia equivale a permanecer en sí mismo.

En el plano gnoseológico, el problema de la trascendencia estriba en saber si es posible que se conozcan realidades distintas a la conciencia (lo trascendente es lo extrasubjetivo). El idealismo niega la trascendencia gnoseológica y, por tanto, cae en un inmanentísimo.

El idealismo considera el ente (conocido) como una cierta produc¬ción del conocimiento. El ser es una posición del pensar, es decir, el ser es puesto por la conciencia y, por tanto, no la trasciende

/ * Se denomina realismo a la doctrina según la cual el objeto del ver¬dadero conocimiento lo constituyen auténticas realidades, seres capaces de subsistir independientemente del conocimiento. El conocimiento se funda en el ser.
Lo que contrapone el realismo al idealismo es que la metafísica rea¬lista sostiene que el ser fundamenta la verdad del pensamiento. El idealis¬mo, por el contrario, establece que el fundamento del ser se funda en la conciencia. El idealismo, por tanto, niega toda ontología e identifica la gnoseología con la metafísica.
Para el idealismo el ser es un producto del pensamiento/El realista piensa que el sujeto cognoscente no es la medida de la realidad. Es el ser el que hace que el entendimiento sea, porque el pensar supone el ser y es el conocimiento el que desvela la realidad.

* El realismo sostiene que lo que la razón pone en las cosas es algo ideal, dándose la paradoja de que el idealista crea el objeto de conoci¬miento, y el realista lo "idealiza". El realismo sigue manteniendo que la causa propia de la certeza es la evidencia objetiva. Va desde el ser a la conciencia de ser y, por tanto, desde la evidencia a la certeza. El idealis¬mo, en cambio, sigue un camino distinto al afirmar que se da una certeza sin evidencia.